sábado, 3 de marzo de 2012

Sobre las manifestaciones violentas de Barcelona

INSISTO, LES PEGAN POCO
 
Dice mi íntimo conocido Pablo Molina que yo ya no sé si criticar las algaradas callejeras contra la crisis o encabezarlas. Dudo entre escandalizarme, como hombre que ha ido a colegio de paga, porque se rompan los escaparates de los bancos o porque aún no se apedreen masivamente. Pero en cualquier caso pienso que a los estudiantes las autoridades los tienen muy consentidos: aún no saben lo que vale una buena porra. Desde luego soy partidario de que cada uno sepa desde pequeñico (se cría el arbolico) las consecuencias concretas de sus actos y, si la policía le midiera las costillas a la juventud tras una alteración del orden y ésta no se quejara tanto, un día que me pille torcido podré incluso ponerme del lado de los que hablan, tan cursis, de "su derecho a la revolución". A condición, por supuesto, de que vayan mejor vestidos y fregados.
 
Lo que no soporto es que encima los niñatos lloriqueen y que digan que ellos en realidad no sabían a lo que iban, cuando sus papás ese día los dejaron salir de casa, ocultos tras una capucha y un pañuelo de cuatrero, rumbo a una cantada colectiva del tema "otro mundo es posible" de la muy rebelde casa "Coca-cola". Hay que venir ya llorado de casa, como dijo uno de Cartagena, y ya informado de dónde puede acabar uno. Cuando se va a protestar contra lo establecido hay que salir preparado para que lo establecido te establezca. No cabe quejarse de las cargas policiales e invocar al Estado de Derecho y la Democracia cuando es precisamente el Estado de Derecho el que se está defendiendo de tí y la democracia la que te lo ha explicado, arrapiezo. Si estos jóvenes protestatarios recibieran el castigo del Sistema con madurez y templanza, lo suyo tendría cierta grandeza y quizás hasta me volviera admirador, ya que no su seguro servidor.
 
La única vez en mi vida que he hecho de "borrokilla" quise estampar un extintor contra un panel electrónico de Iberia en el aeropuerto de Barajas, porque una injusticia puntual sobrepasaba en mucho mi reverencial respeto por el orden, pero no me puse a gimotear, sorprendido, cuando acudió la policía en vez de una ONG. Que es lo que hacen estos chicos. Claro que también aprendí una cosa inestimable del uso de la violencia: siempre es bueno para el convento. Siempre sirve. Es el único lenguaje que entiende todo el mundo, como bien saben ciertos estudiantes perpetuos que saben sacarle la manteca al mismo Sistema que dicen combatir. Gracias a haber hecho por un día el vándalo, Iberia me estuvo muy agradecida, regalándome vuelos gratis, como la autoridad también va a agradecer esta violencia de Barcelona contra ella, pensándoselo demasiado antes de actuar contra quienes le pegan fuego a la ciudad por miedo a eso que llaman "contagio". Hace unos días me criticaron porque escribí que a los estudiantes de Valencia les habían pegado poco. El problema va a ser que en Barcelona les siguen pegando menos.

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